El proyecto TATAMI persigue conseguir el desarrollo del primer tratamiento efectivo contra la Distrofia Miotónica. Para ello, unen sus esfuerzos diferentes colaboradores científicos a nivel internacional coordinados por el Prof. Rubén Artero desde Valencia gracias a la financiación del programa Caixa Health. En el proyecto participan también organizaciones de pacientes que juegan un papel clave en la divulgación del proyecto.

El grupo de investigación dirigido por el investigador principal Javier Ramón en el Instituto de Bioingeniería de Cataluña se suma al consorcio internacional del proyecto TATAMI, que está formado por la Universidad de Valencia, el Instituto de Investigación Sanitaria Biodonostia, la Universidad de Oxford y el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Francia (INSERM). Junto a estos centros de investigación también participan la Fundación para la Distrofia Miotónica de Estados Unidos y la recién incorporada Federación Española de Enfermedades Neuromusculares (Federación ASEM), focalizada sobre todo en el establecimiento de vínculos entre la investigación y el colectivo de personas afectadas por la enfermedad.

El grupo “Biosensores para la bioingeniería”, liderado por el investigador Javier Ramón en el IBEC, lleva tiempo dedicando parte de su investigación a desarrollar un dispositivo de medicina personalizada para probar distintos fármacos con las células del propio paciente. Gracias al proyecto IBEC Faster Future se inició el desarrollo de esta plataforma y ahora parte de esta tecnología se aplicará en el proyecto TATAMI.

 

La distrofia miotónica de tipo 1 (DM1) constituye la causa más habitual de distrofia muscular en adultos y su prevalencia se estima en 1/20 000 habitantes. Se trata de una enfermedad neurodegenerativa de origen genético y hereditaria para la que actualmente no hay tratamiento. Los síntomas más manifiestos son la debilidad muscular, se produce un deterioro lento y progresivo que puede llegar a provocar problemas cardíacos y daños multiorgánicos.

Concretamente, la DM1 es consecuencia de una mutación en nuestro ADN que origina una acumulación de ARN tóxico que secuestra proteínas Muscleblind, fundamentales para el metabolismo celular. Debido a la ausencia de estas proteínas, las células no funcionan correctamente. Para poder encontrar un tratamiento eficaz contra la DM1 habría que anular la mutación genética y así evitar ese secuestro de proteínas Muscleblind o bien lograr un tratamiento que libere proteínas Muscleblind.

Un equipo de investigación de la Universidad de Valencia, liderado por la Dra. Beatriz Llamusi y el Prof. Artero — en el que también participó el Dr. Juanma Fernández que actualmente trabaja en el IBEC junto con Javier Ramón— reveló un mecanismo clave en la patología de la Distrofia Miotónica. Los investigadores descubrieron que en las células de los pacientes con DM1 hay dos moléculas reguladoras que impiden que se produzca más cantidad de estas proteínas Muscleblind para compensar a las que están secuestradas. Por lo tanto, si se inhibe la actuación de estas moléculas, se podrían revertir los síntomas de la enfermedad.

 

El proyecto TATAMI tiene por objetivo el desarrollo de un medicamento capaz de inactivar estas moléculas, lo que permitiría producir las proteínas Muscleblind y aseguraría el correcto funcionamiento celular. Para ello, estudiarán más de 100 variantes de moléculas capaces de inhibir el bloqueo de la producción de proteínas Muscleblind y se seleccionarán las mejores candidatas para poder producir un fármaco eficaz.

La parte negativa es que estas moléculas—que inactivarían el bloqueo de la producción de Muscleblind— pueden producir una reacción inflamatoria en el organismo y aquí es donde entra en juego el equipo dirigido por el Dr. Javier Ramón. Su equipo se va a encargar de determinar qué moléculas producen una menor respuesta inflamatoria y así seleccionar las más efectivas. Para ello, usan un dispositivo de “músculo-en-un-chip” que contiene tejido de músculo esquelético en 3D con el que van probando las distintas moléculas. Después, mediante otra plataforma, recogen toda esta información para determinar cuál es la molécula más idónea.

De conseguir esta terapia no sólo se podría tratar la DM1, sino que también otras enfermedades en las que intervienen las proteínas Muscleblind e incluso algunos cánceres que comparten un mecanismo molecular común, lo que conllevaría un gran impacto en la vida de muchas personas.